...pero sabes que tú no eres quien tiene que decírselo, que tú no tienes por qué meterte.
Pero esas palabras que no deben salir de ti, molestan demasiado ahí dentro, y se retuercen haciendo que tragues con dificultad y que sientas un peso enorme en el pecho que te imposibilite hablar.
Suspiras.
Inspiras todo el aire que puedes y cuentas hasta a saber cuánto.
No puedes hacerlo.
...y entonces te toca seguir resistiendo las palabras.
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