Odio ese sentimiento de inferioridad que a veces sientes, y odio saber que te sembraron esos miedos dentro de tu cuerpo y que ahora se te hace difícil arrancarlos de raíz.
Odio ver como te callas las cosas y te muerdes las palabras, y odio pensar que hubo un tiempo en el que día a día te hacías más pequeñito para no desentonar.
Detesto la idea de que temas el compartir tus preocupaciones, y me pone enferma saber que toda la culpa la ponías siempre sobre tus hombros.
Me da rabia que no se te haya sabido valorar, y que justo por eso dejases de hacerlo tú mismo; y no puedo parar de pensar en el número de veces que habrás sentido ganas de gritar y desahogarte con alguien.
Y odio pensar que todo duró demasiado tiempo.
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